AITANA MOZÓN BLASCO GANA EL XXXIII PREMIO DE POESÍA "GABRIEL Y GALÁN"
La alumna de 2º de Bachillerato amplía su palmarés literario con el XXXIII Premio de Poesía "Gabriel y Galán". Lo organiza la Casa-Museo "Gabriel y Galán" de Guijo de Granadilla. Además del prestigio del galardón Aitana ha recibido 600€.
Una vez más: ¡¡¡MUCHAS FELICIDADES, AITANA!!!
Poema ganador :
Cornualles 1795
No dejes apartado lo que duela solo porque duela.
El amor también sabe disimular el fuego que provoca.
Los pies descalzos del abandono frenan la escasez del amor,
pero no soliviantan la desazón por lo extraviado.
Soy advenediza en las cloacas de tu ser amado.
Como un niño que juega solo en la playa, yo también me pierdo.
Las costuras negras de tus alas se han abierto en mi camino.
La arena del viento me susurra con recelo tus sueños.
Le digo que no quiero oírte; le digo que yo ya no existo.
Mas por más que lo intente, el amor sigue conmigo.
El aire es para mí un dulce y pálido recuerdo amargo.
Las conchas de Cornualles soplan tu recuerdo.
Las rocas del acantilado buscan mi espalda desnuda.
En un atisbo de esperanza, quisiera arrojarme con ellas.
Tu camisa blanca olía a miel y a guerra de hombres.
Eres un lugar que debo visitar antes de morir.
El caballo sigue atado a la cerca del desierto.
Tu comida sigue todavía caliente sobre la mesa.
Los niños de la calle te buscan extasiados.
No dejes apartado el amor solo porque esperes un milagro.
El navío de tu huída parece hoy día más cercano.
Sin embargo, las banderas tiñen de rojo el campo.
La cosecha ya no pinta tan bien como esperabas.
La casa se ha quedado vacía hasta de arañas.
Solo quedamos yo y mis recuerdos empapados.
Una carta de amor y despido en el suelo abierto.
Memoria de lo que fuimos y seguiremos siendo.
La vivienda te añora, mas te añora más mi alma.
La cama se queda vacía sin tocarte las entrañas.
El agua del río está sucia si en ella no te bañas.
No sé cómo decirle al viento que no silve tu ausencia.
No sé cómo parar el desdén de un carro de caballos.
No sé cómo se dice adiós a una flor en primavera.
Pero te insto a probar la hierba de los campos floridos.
Te imploro que vuelvas a mi vestido verde de seda.
También los hombres saben vivir en las casas.
También los hombres son padres y niñeras.
Los animales no se alimentan de suspiros y hiedra.
Las luciérnagas en la noche provocan mi llanto.
Y mi risa, adherida a la noche, sirve de espuela
al vacío que dejas cuando cierro la puerta.
El médico me ha dicho que tome unas gotas.
Que el amor se olvida con delirios de rosas.
He arrojado el antídoto al cuenco de los cerdos.
Así, al menos, podré enterrar a un ser querido
y no al recuerdo que desata mi histeria.
He nadado en el mar para ver si te encuentro.
Tu bote sigue amarrado a una cuerda en la orilla.
Las olas danzan y danzan, esperando tu aliento.
Unto mi dedo en la arena salada y me lo llevo a la boca.
La sal no sabe como el ron añejo.
El ron se cata mejor si es de tus labios rojizos.
Me tiendo sobre la orilla con la esperanza de dormir.
De dormir y de que me lleve a la profundidad del mar.
Espero por tu bien que allí me estés esperando.
No soporto la idea de que tus muslos sean
recogidos por ballenas.
Las balas de Francia rebotan en mi corsé.
Nunca me acostumbré a oprimirme los pechos.
Solo quería que tú me tomases por el tallo
de una rosa fresca en la mañana.
Que danzásemos como libélulas al viento.
Que ese fuese nuestro sueño de verano.
El solsticio del olvido no se paga con dinero.
La amargura de la muerte no espera compañera.
Solo me queda verte en el reflejo del agua.
Tus cabellos morenos contrastan con mi lecho.
Las flores de mi alma se marchitarán luego.
Mi vestido azul se manchará de sangre al verte.
Mis mejillas blancas tornarán oscuras.
Los planes que urdimos quedarán en nada.
Londres está a varias horas de caballo.
Francia está demasiado lejos de mis manos.
A no ser que te encuentre entre el abismo que dejas
con tus pasos firmes como un líder nato.
Pero ahora tengo los pies en la tierra húmeda y cálida.
Y ningún recuerdo puede despegarme de mi sitio.
Supongo que será la edad lo que me acongoja.
La muerte se viste a sí misma de hastío.
Los pájaros llevan lirios blancos en sus bocas.
La tumba del amor se abre bajo mis pies desnudos.
Veo unas escaleritas que bajan poco a poco a ti.
Sin embargo no quiero cerrar los ojos y olvidarte.
No deseo poseerte más allá de la vida.
Ni deseo dejar de verte en la tierra yerma.
Veo tu sonrisa amplia que me mira en el agua.
Y la sal son las pecas que dejas en la almohada.
Bailemos este último vals con canción de cuna.
Bailemos ahora que podemos escapar de la guerra.
Vuelve, amor, vuelve a mis brazos con vida.
Por favor, amado mío, no te atrevas a matarme.
No consiento que te esfumes con la espuma de la arena.
No quisiera ver tu rostro zambullido por sirenas.
Toma mi mano como una vez hiciste.
No es nuevo en nosotros querernos de esta manera.
El amor es algo que no se debe aprender.
El amor es algo que no debe acabar nunca.
Ni siquiera dos amantes rotos dejan alguna vez de amarse.
Ni siquiera mil banderas pueden matar a un amante.
No dejes apartado lo que duela solo porque duela.
Mi amor, mi vida, mi vida entera.
Vuelve para que puedas contarme cómo te ha ido la guerra.
